La vida de Francisco Jiménez Mier (Huelva, 1967) siempre ha estado dividida entre sus dos pasiones, la de la toga y la de la túnica. A la primera llegó por el empuje de sus compañeros de instituto, que se decantaron por el Derecho y él lo hizo casi por la fuerza de las cosas irremediables. Y a la segunda arribó de la mano de su hermano Fernando, que lo llevó con apenas diez años hasta la Hermandad de Estudiantes, cofradía en la que, a día de hoy, únicamente le ha faltado ser ‘aguaó’.
Y eso es así porque Francisco vive sus pasiones como ha de ser: de una manera desbordada. En el Derecho, no encuentra descanso entre los casos y la casi decena de asignaturas (que se dice pronto) que imparte en la centro onubense de la UNED. En la Semana Santa, ahora con la enorme responsabilidad de ser hermano mayor de la cofradía de su alma y de su vida.
En ella ha sido nazareno, costalero, vicesecretario, secretario, capataz, miembro de varias juntas de gobierno desde que era demasiado joven… Tanto, que incluso tuvo en cierta ocasión que pedir dispensa en el Obispado por su corta edad. “Terminar siendo hermano mayor te llena del todo, con sus pros y sus contras. ¿Quién me lo iba a decir cuando llegué de niño?”, se pregunta.
Resulta difícil encontrar a alguien más de Huelva que a Francisco Jiménez Mier. Lleva muy a gala haber nacido en la Punta del Sebo, en las viejas viviendas de la central térmica. A los 15 años ya estaba de costalero debajo de su Cristo de la Sangre, paso que acabaría comandando como capataz con el que hoy es su amigo y su compadre José Luis.
Francisco reconoce que, en todos estos años, la toga le ha dado templanza, un cierto sosiego y una forma de ver la vida distinta, “valorando siempre lo realmente importante”. La túnica, por su parte, le ha dado a sus mejores amigos, amén de beneficios espirituales y religiosos “tremendamente enriquecedores”.
“Hay que servir para las dos cosas”, reconoce. “En las cofradías se juega con los sentimientos, y eso en ocasiones nos hace ser muy viscerales”, por lo que reclama que las hermandades “regresen a su esencia: sentarnos y mirarnos más a los ojos unos a otros”.
La vieja frase de los abogados que advierte de que en un juicio se sabe cómo se entra pero no cómo se sale es también perfectamente aplicable al mundo de la Semana Santa. “En una cofradía sabes cómo entras, pero no sabes ni cuándo ni cómo vas a salir, porque este es un mundillo lleno de pleitos, de muchos pleitos, más de los que podamos tener en nuestros despachos”.
Si pudiera juzgarla, de la Semana Santa de Huelva condenaría lo superficial, vanidoso e hipócrita que hay en ella. “Muchas veces nos enfadamos y nos pelamos por cosas que no tiene sentido”, se lamenta. Por el contrario, muestra su orgullo por que la ciudad cuente con una Semana Mayor “de primerísimo nivel, cuyo gran hándicap es que Sevilla la ensombrece”.
Y, ante todo, se enorgullece por seguir formando parte de la Hermandad de Estudiantes, de tanta vinculación con el Colegio de Abogados, del que esta cofradía es miembro de honor. “Para mí es un honor ser hermano mayor también por el hecho de ocupar el puesto que un día ostentó Juan José Domínguez”.