La de Juan Rivas no es una vida cualquiera. A sus 25 años como abogado le precedió su trayectoria como guitarrista de grandes figuras de la canción por escenarios de toda España. Con casi 90 años, él también es una gran figura, aunque solo se considera un “hombre de mucha voluntad”.

Lo cierto es que, tras dejar sus estudios para ponerse a trabajar en una oficina, se fue de gira con un teatro portátil y, al finalizar esta, se marchó a Madrid con una guitarra y una maleta e hizo de los sitios de variedades y revistas casi su hogar. Aquí empezó su particular tournée de la mano de artistas de la época como Gracia Montes, Antoñita Moreno, Antonio Molina, Rafael Farina, Lolita Sevilla, etc. hasta la última, con Marifé de Triana. Media vida, como quien dice, por las tablas de la geografía española.

Juan aprendió a tocar de oído. En Las Colonias, donde vivía, tenía un vecino alosnero que tocaba la guitarra “y me quedaba embobado”. Le fue picando el gusanillo y, con un premio de 5 duros, se compró su primera guitarra. A base de muchas horas le fue arrancando las primeras notas, contando con un profesor de excepción: el padre del ‘Niño Miguel’.

Pese a que, según dice, no era una eminencia al toque, no le faltó trabajo y lo mismo participaba en estrenos que tocaba en sesiones de mañana y tarde, desde Valencia a las capitales del norte pasando por Sevilla y los sitios más populares de veraneo de aquel entonces.

Entre gira y gira llegó a los 40, casado, con una hija y otra en camino. Fue cuando pensó que la mejor opción para él y su familia era volverse a Huelva y reincorporarse a su antiguo trabajo como auxiliar de oficina, aunque sabía que lo tendría difícil para salir adelante y garantizar el bienestar familiar.

Así, y como única forma de promocionarse, estudió el Graduado Social en la universidad a distancia y, ya que estaba y aunque trabajaba mañana y tarde en la oficina, cursó Derecho. “Un hombre de mucha voluntad”, como decía; además de “una persona muy curiosa, no tenía barreras para nada”.

Ahora, con 89 años, no tiene “necesidad” de retirarse: “El día que mis facultades no estén bien o no pueda andar, dejaré de venir” (a su despacho). Rodeado de papeles en su mesa, reconoce que no le queda tiempo para la guitarra y que ha perdido “la ejecución”; aún así, no la pierde de vista, “forma parte de mi vida”.