Entró a formar parte del Colegio en octubre de 1954. Colas de clientes le esperaban en su primer bufete, en la calle Méndez Núñez de la capital. No es de extrañar… Y es que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Juan José se ha convertido a lo largo de estos años en un referente en el ámbito de abogacía onubense, del que ha trascendido para pasar a ser toda una institución en Huelva. Pero Juan José es mucho más…
Hijo de Carmen Jiménez y de Pedro Domínguez, Juan José nació en Utrera (Sevilla) el día 27 de noviembre de 1931 pero sus ocho apellidos alosneros lo convierten en un genuino choquero; vivió en la Vega Larga y cursó sus primeros estudios en Maristas; se licenció en Derecho por la Universidad de Sevilla y tras la milicia universitaria se dedicó a ser abogado, iniciándose de la mano del que fuera alcalde la ciudad, don Antonio Segovia; contrajo matrimonio con Salud de Silva.
Es miembro de los Ilustres Colegios de Abogados de Huelva, desde el 7 de octubre de 1954; y de Sevilla, y en ambos ya ha celebrado sus quincuagésimos aniversarios.
Abre su primer bufete en la calle Méndez Núñez, donde fueron míticas las colas de clientes esperando su turno para ser recibidos por él. Luego se trasladó a la plaza del Punto, donde algunos letrados hemos tenido el privilegio de, más que hacer una pasantía, convertirnos en parte de su familia y, actualmente, ejerce en la Alameda Sundheim, junto al Colegio de Abogados y las sedes judiciales.
Reputado y esclarecido jurista, de brillante oratoria y vastos conocimientos jurídicos, con dones especiales en la simpatía y en la lucidez de ideas, enamora al cliente. Referente para los letrados y una institución en Huelva, tanto en los medios jurídicos como en los políticos, en los sociales, en los artísticos y en los deportivos.
Trabajador incansable, hombre de pocos papeles, un verdadero genio dentro del mundo del Derecho y de la Abogacía.
Por los relevantes méritos contraídos en su labor en la Administración de Justicia y por el cultivo y aplicación del estudio del Derecho en todas sus ramas, así como por los servicios prestados en las actividades jurídicas, le fue concedida por el Consejo de Ministros en 2004 la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort, que recibió de manos del presidente del Consejo General de la Abogacía española.
Es decano del Ilustre Colegio de Abogados de Huelva desde 1990, cargo que viene ostentando de manera ininterrumpida, lo que lo convierte en el decano más antiguo de España y el que más años lo ha detentado en el de Huelva.
Ha destacado en la ayuda a los más desfavorecidos, es precursor del turno de oficio mediante su abnegado servicio a la defensa de los pobres desde los albores de su labor profesional.
Es consejero del Consejo General de la Abogacía desde 1990 y vocal de la Comisión Permanente del Consejo Andaluz de Colegios de Abogados desde 1990. Ha sido consejero nato del Consejo Consultivo de Andalucía desde 2000 hasta 2008, y presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Abogados desde 2000 hasta 2004.
Hombre comprometido con su tiempo y con las libertades
Fue combativo en la clandestinidad en favor de las libertades durante la época preconstitucional, candidato al Senado por la provincia de Huelva en las primeras elecciones generales de 1977 con la Federación de la Democracia Cristiana y, posteriormente, con el partido de Centro Democrático y Social.
Un referente en la reciente historia onubense
En 2011 recibió la Medalla al Trabajo de Huelva, concedida por el Excelentísimo Ayuntamiento de la Ciudad; ha sido directivo del Real Club Recreativo de Huelva y encargado de exaltar el 121 aniversario de su fundación, hermano mayor de la muy Ilustre y Universitaria Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sangre, Nuestra Señora del Valle, San Sebastián Mártir y Santa Ángela de la Cruz (Los Estudiantes) de Huelva, pregonero de la Semana Santa de la capital y de las Fiestas en Honor a San Sebastián, socio fundador de la Asociación Cultural Latitudes y colaborador del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.
Juan José, eternamente sonriente.
Por Miguel Macías Gómez