Josefa Díaz, letrada veterana
Rocío Cárdenas, letrada joven

¿Qué consejo te gustaría haber recibido cuando decidiste dedicarte a la abogacía?


Josefa: El entonces decano, don Juan Moreno, me dijo que no había buenos ni malos abogados; solo había abogados que estudiaban y trabajaban, y abogados que no lo hacían. Debió añadir que, para ser de los primeros, habría que trabajar fines de semanas y, de vacaciones, las justas.

Rocío: He recibido multitud de consejos, de todo tipo; buenos, malos, regulares… Sin embargo, a pesar de la disparidad de opiniones sobre el ejercicio, creo que he tenido la enorme suerte de encontrarme con personas que me han ayudado, y me ayudan, mucho; que me han sabido mostrar los puntos más negativos de la profesión, para que así pudiera saber a lo que me enfrentaba, sin dejar nunca de reconocer y resaltar lo más bonito de esta profesión: la satisfacción que se puede llegar a obtener del trabajo propio.

Por lo tanto, puedo decir que sabía, aunque no fuese por mi propia experiencia, lo que podía encontrarme en el ejercicio profesional. Lo que si está claro, es que, sin duda, la Abogacía es una profesión en la que se aprende día a día, y eso nadie nos lo puede enseñar.  

¿De dónde te vino la vocación?

J. : Mi aterrizaje en la abogacía no fue vocacional, fue por eliminación después de un año frustrante en la antigua carrera de Filosofía y Letras.

R. : No sé de dónde me viene la vocación, ya que no tengo familiares, ni amigos, ni conocidos que se dediquen, o se hayan dedicado, a la Abogacía. Antes de empezar en la carrera de Derecho no había tenido contacto con el mundo jurídico, pero cuanto más avanzaba en mis estudios, más claro lo tenía. Hasta ahora, por suerte, no me arrepiento en ningún momento de mi decisión, más bien todo lo contrario: la Abogacía me llena mucho y me hace sentir que crezco diariamente, tanto profesional como personalmente.

Según datos de 2014 del Consejo General de la Abogacía, las mujeres suponen el 60 % de las nuevas incorporaciones y representan el 48 % del total de los profesionales ¿Crees que llegaréis a ser mayoría?

J. : Lógicamente, sí, porque somos mayoría en la población.

R. : No es que lo crea, es que lo afirmo. Es una evidencia que en los últimos años las mujeres venimos pisando fuerte en todos los ámbitos profesionales, pero por lo que a la Abogacía respecta, los datos son más que reveladores. Las mujeres ocupamos un porcentaje cada vez mayor del censo de letrados en ejercicio de nuestro país, de lo que me siento muy orgullosa.

En cualquier caso, ¿cuál dirías que es el mayor reto que se os plantea en el sector legal?

J. : Los despachos de bajo costes, los llamados “supermercados legales”. No me refiero a los grandes despachos con grandes abogados especialistas, sino a los que abaratan costes contratando a letrados sin experiencia.

R. : El sector legal, en sí mismo, es un continuo reto, pues en vista de los constantes cambios legislativos y las incesantes reformas, esta profesión nos exige una gran dedicación y un estudio continuado. Pero ese reto, a día de hoy, se nos plantea a todos por igual, ya seamos letradas o letrados.

¿Crees que existe “techo de cristal” en esta profesión?

J. : No. Trabajo desde 1985 para una entidad financiera de primer nivel, y no he sido discriminada por ser mujer. Mi promoción dentro de dicha entidad y mi promoción como abogado autónomo jamás se ha visto limitada por un “techo de cristal”.

R. : Creo que no existe esa limitación que antes sufrían las mujeres para poder desarrollar su carrera laboral en igualdad de condiciones que los hombres. Concretamente en la Abogacía, opino que ese techo se ha superado y tanto abogados como abogadas ejercemos sin distinciones en cuanto al sexo.

¿Qué habilidades diferenciales consideras que hay que convertir en fortalezas?

J. : En cuanto a mi condición de mujer, jamás he sentido ninguna limitación por mi género. De hecho, pienso que la diferencia está en ser buenos o malos abogados, independientemente del género.

R. : A la hora de afrontar cualquier situación de la vida cotidiana, los hombres y las mujeres podemos llegar a ser muy diferentes. Esa diferenciación se da, igualmente, en el ejercicio profesional de la Abogacía. Las mujeres, por lo general, somos más organizadas, lo cual supone partir con ventaja.  Desde mi punto de vista, creo que las mujeres podemos gestionar mejor que los hombres la carga de trabajo y la presión que conlleva. La organización, a nivel interno permite una mayor fluidez en el trabajo y, de cara a los clientes, transmite una mayor seguridad en nuestra figura como profesionales. Ahora bien, con esto no quiero decir que todos los hombres, y en este caso concreto, los abogados, no sean organizados, sino que, por lo general, una característica destacable en las mujeres/abogadas es la organización y gestión del trabajo.